Sunday, March 3, 2013

A Sea of Change in Public Opinion towards the Drug War


by Amy Truax, WFP Northwest Field Organizer

In the November 6th, 2012 elections, Washingtonians were faced with a choice on Initiative 502, also known as the "marijuana law." In an election with record-high 81% voter turnout (largely credited to I-502 and another initiative on the ballot legalizing gay marriage), the law was passed with 55% of the vote, decriminalizing the production, sale, and consumption of marijuana within Washington state. Colorado passed a similar measure in the same election, signifying a possible sea of change in popular opinion after thirty-plus years of a failed domestic drug war.

There's a lot that I could say about this initiative from my different perspectives as a Washington state resident, a social justice activist, an anti-racist white person, and a fiscal progressive. I recently attended a "think & drink" session at a bar with Alison Holcomb, the director of the I-502 campaign, and Sean Whitcomb from the Seattle Police Department, and it's clear that there are still a lot of unanswered questions around the federal response to the law, taxes, the DUI provision, the 1,000 feet from schools rule for retail outlets, and home-grow operations. It's not perfect by any means, and I'm curious to see how the questions will play out over the next year of implementation. But what excites me about the vote is not only the changing will of the people when it comes to the New Jim Crow, but also what implications this change could have for the international drug war and our brothers and sisters suffering from its consequences in Latin America.

Legalization has been a taboo topic in this area for a long time. The government has tried all kinds of different strategies to fight its war on drugs: harsher penalties for users in the U.S., increased military and police presence in Mexico (resulting in the death of 60,000 civilians during Felipe Calderon's 6-year term), and aerial fumigations in Colombia. But in this supposed "drug war", all that's resulted has been a war on people--usually poor people of color. So what happens if the drugs that we're all spending so much money being at war against become legal, and we don't need to arrest the users, processors, or growers? One of the aspects of I-502 that could potentially make a big difference is that it's not only legal to possess marijuana, it's legal to grow it as well (within certain regulations, of course).

In the City of Seattle marijuana use has been a "lowest priority enforcement" for the police for many years. When I first moved here from New York I remember being dumbfounded--and delighted!--that if a cop were to witness one person jaywalking and another smoking a joint in public, they were legally required to ticket the jaywalker over the joint-smoker. While that's definitely exciting and makes a difference locally, it doesn't change anything for anyone else in the supply chain—such as growers or cartels in Mexico. But when drug production becomes localized and legalized, there's no need to ship the product from across the globe, for drug runners to smuggle it in and risk arrest and jail, for gangs to fight violently over the means of production and distribution networks, or for dealers to assert their territory in turf wars.

Federal drug legalization is a long way off, even for marijuana--to say nothing of more controversial drugs like cocaine & heroine. But voters and politicians across the hemisphere are starting to warm up to the idea, as evidenced by the Uruguayan president's proposal last summer to completely legalize and regulate marijuana, and by the votes in Colorado and Washington in the fall. Whether Obama and the federal government will allow themselves to stop wasting billions of dollars of taxpayer money on an outdated and racist drug war remains to be seen.


Un Mar de Cambios en la Opinión Publica frente la Guerra Domestica contra las Drogas 
En las elecciones del 6 de noviembre de 2012, los residentes del estado de Washington enfrentaban una decisión sobre la Iniciativa 502, también conocida como la “ley de marijuana.” En una elección con record de participación electoral del 81% de la población (acreditada en gran parte a la I-502 y otra iniciativa en la boleta de la legalización  del matrimonio gay), la ley fue aprobada con 55% de los votos, descriminalizando la producción, venta, y consumo de marihuana en el estado de Washington. Colorado aprobó una medida parecida en la misma elección, lo que significa un posible mar de cambios en la opinión popular después de más de treinta años de una fallida guerra domestica contra las drogas.

Hay mucho que podría decir sobre esta iniciativa desde mis diferentes perspectivas como residente del estado de Washington, una activista por la justicia social, una persona blanca anti-racista, y una progresista fiscal. Hace poco asistí a una sesión de “pensar y tomar” en un bar con Alison Holcomb, la directora de la campaña I-502, y Sean Whitcomb del Departamento de Policía de Seattle, y está claro que hay todavía muchas preguntas sin respuestas sobre la reacción federal a la ley, impuestos, la provisión sobre el manejo bajo la influencia de estupefacientes, la regla de los 300 metros de escuelas para puntos de venta, y operaciones para cultivar en casa. No es perfecto para nada, y me interesa mucho ver como éstas preguntas se presentarán durante el próximo año de implementación. Pero lo que me emociona sobre el voto no es solamente el cambio de la voluntad de la gente cuando se trata del Nuevo Jim Crow, sino también las implicaciones que éste cambio pueda tener para la guerra internacional contra las drogas y para nuestros hermanos y hermanas que padecen sus consecuencias en América Latina.

La legalización ha sido un tema tabú en éstas partes por mucho tiempo. El gobierno ha intentado con todo tipo de estrategias diferentes de luchar su guerra contra las drogas: penas más severas para el consumo de drogas en los EE.UU., el aumento de la presencia militar y policial en México (lo que resulta en la muerte de 60.000 civiles durante los seis años de la presidencia de Felipe Calderón) y las fumigaciones aéreas en Colombia. Pero en esta supuesta “guerra contra las drogas”, el único resultado ha sido una guerra contra las personas—normalmente personas afros, indígenas o campesinas. Entonces, ¿qué pasaría si en vez de gastar nuestro dinero en hacer guerra contra las drogas, se vuelvan legales, y ya no es necesario detener a los que las consuman, procesan o cultivan? Uno de los aspectos de la I-502 que podría hacer una gran diferencia es que no sólo sea legal poseer marihuana, sino también cultivarla (dentro de ciertas normas, por supuesto).

En la ciudad de Seattle, el consumo de marihuana ha sido un delito de baja prioridad para los agentes del orden público por muchos años. Cuando me mudé aquí desde Nueva York recuerdo que estaba muy sorprendida—y feliz!—al descubrir que si un policía veía a una persona cruzando imprudentemente la calle y a otra fumando un porro en público, bajo la ley, tenía que dar prioridad a multar a la persona cruzando la calle. Mientras que esto definitivamente es emocionante y hace una diferencia a nivel local, no cambia nada para nadie más en la cadena de oferta—tales como productores o carteles en México.  Pero cuando la producción de drogas se vuelve localizada y legalizada, no hay la necesidad de enviar el producto del otro lado del mundo, ni para el trafico de drogas y arriesgar la detención y la cárcel, ni para las bandas criminales de luchar violentamente sobre los medios de producción y las redes de distribución, ni para los distribuidores pelear en guerras territoriales.
La legalización de las drogas a nivel federal es un largo camino por recorrer, aunque sea por la marihuana—por no mencionar drogas más controvertidas como la cocaína y la heroína. Pero los votantes y políticos de todo el hemisferio están comenzando a acercarse a la idea, como lo evidenciado por la propuesta del presidente uruguayo del verano pasado para legalizar por completo y regular la marihuana, y por los votos en Colorado y Washington en el otoño. Si Obama y el gobierno federal permitirán dejar de perder miles de millones de dólares del dinero de los contribuyentes en una guerra contra las drogas anticuada y racista, está por verse.

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